El impacto de la disminución auditiva en el bienestar emocional y social es profundo, afectando las relaciones personales, la autoestima y la calidad de vida en general.
Hoy más de 430 millones de personas en el mundo sufren algún tipo de pérdida auditiva discapacitante que requiere de rehabilitación, entre ellos 34 millones son niños. Se estima que para 2050, esta cifra podría superar los 700 millones de personas (OMS). Frente a esta realidad, es esencial no solo abordar el tratamiento clínico, sino también prestar atención a la gestión emocional que acompaña esta condición.
Es importante promover la desestigmatización de la pérdida auditiva, derribando los prejuicios que a menudo dificultan su aceptación y retrasan la búsqueda de soluciones. De hecho, una de las barreras más importantes que impide que las personas traten este cuadro es el propio estigma y la negación que lo acompaña. Es difícil admitir que se está experimentando una mengua en la audición, y buscamos excusas para justificar el problema: desde culpar a los demás por hablar en un volumen muy bajo, hasta negar la necesidad de realizarse un chequeo auditivo bajo el argumento de que escuchamos lo suficientemente bien.
El impacto, más allá de lo físico
“La pérdida auditiva representa un desafío en muchos niveles: las personas a menudo rechazan la idea de que su capacidad de escucha está disminuyendo. Sin embargo, el evitar enfrentar esta condición suele generar conductas de aislamiento, y desencadenar sentimientos de frustración e incluso ansiedad”, comentó la Lic. Leiro.
Es fundamental, en este proceso, trabajar sobre las barreras psicológicas relacionadas con el estigma social vinculado con el uso de dispositivos auditivos así como en la aceptación de la condición. Fomentar una visión más inclusiva y comprensiva de la pérdida auditiva ayudará a incentivar las consultas, normalizar su tratamiento e incluso, mejorar la calidad de vida de quienes la padecen.
La pérdida auditiva tiene consecuencias de gran alcance, afectando múltiples aspectos de la vida de una persona.
- Físicamente, puede dificultar la capacidad de oír con claridad y provocar complicaciones como problemas del habla, dolores de cabeza, mareos, e incluso un inicio más temprano de la demencia.
- Psicológicamente, la frustración y la baja autoestima asociadas con la pérdida auditiva pueden contribuir a condiciones como la depresión y la ansiedad.
- Las implicaciones sociales suelen ser las más importantes: la incapacidad para entender a los demás puede llevar a la autoexclusión, mientras que las dificultades de comunicación pueden generar malentendidos, conflictos y sentimientos de alienación.
La importancia de un tratamiento integral y oportuno. Al final, las emociones se convierten en una de las mayores recompensas de un tratamiento adecuado y eficaz para la pérdida auditiva. Desde la risa de un nieto hasta las vibraciones de la música, se puede seguir disfrutando de todas las emociones que los sonidos nos ofrecen, por mucho más tiempo.