Manos tendidas

Agazapada en la media luna de jabón e infortunio, sostenía con mi cuerpo derrotado el peso del agua. Mis uñas carcomidas rozaban con terror las paredes de metacrilato de mi recién estrenada celda. Era un camino de ida sin pasaje de vuelta.

En el horizonte aguardaban me surcos sin cara, voces de cemento y árboles etéreos. El avisador del microondas me advirtió, como los demás enseres de mi casa, ocultos en la niebla gris de acero, que seguían revelándose en mi contra y jugaban al escondite con mi frágil paciencia. El espejo del baño no se cansaba de castigarme con su silencio mientras me cepillaba los dientes y reconstruía mi rostro de memoria. Con el tiempo sabría que se trataba del principio de muchos principios. Sonó el timbre. ÉL estaba al otro lado del dintel. Olía a juventud, limón y trabajo.

Me cogió del brazo. Una mujer de voz modelada trató de convencerme, durante buena parte del trayecto en furgoneta hacia el centro de rehabilitación Ignacio de Zatrústegui de la ONCE, que una liposucción me devolvería la felicidad. ELLA me estaba esperando dispuesta a rememorar, entre sollozos conocidos, una historia semejante a otras muchas, aunque una vez más única. “Por qué yo?”. En la cantina compartí mesa con voces que procedían de diferentes lugares de España.

Voces asustadas algunas, recelosas otras, distorsionadas todas por el sabor acerbo de las lágrimas reprimidas con anécdotas y café. ALGUIEN me tendió la mano. Era una mujer ciega que me invitaba a convertir las yemas de los dedos en ávidos cíclopes y adentrarme en el mundo secreto del tacto inteligente. También noté la calidez de OTRA MANO en mi hombro. Con su ayuda volvería a navegar por internet desde las tinieblas.

En la penumbra de mi crepúsculo sin aurora, acento del norte, me evocó campos verdes y caseríos de mantequilla, por donde pronto me enseñaría a conducir el bastón con dignidad.Todas las voces tenían nombre y alma. Y en aquella mañana algunas tardes amargas, detrás de miradas opacas o videntes, encontré MANOS TENDIDAS que aún hoy me guían…

Mercè Guiu Ferran


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