En el arroyuelo aquél

Mi corazón quedó preso
en el arroyuelo aquél,
dónde unos labios de miel
me dieron el primer beso.
Un pajarillo travieso
en tu hombro se posó,
y en mi mente se grabó
su inesperada presencia,
mientras tanto, mi inocencia
en el agua se perdió.

Una promesa quedó
en el aire suspendida.
Cada día de nuestra vida
nos veríamos tu y yo,
en donde todo empezó
y por Dios te lo juré.
Con el olor me quedé
de tu cuerpo, aquí en el mío
y como el agua del río,
lentamente me marché.

Cada día regresé
junto al pequeño arroyuelo,
esperando con anhelo
esa boca que besé.
Y mi juventud se fue,
el tiempo pasó y pasó,
el ave siempre volvió
a compartir mi tristeza,
mientras tu falsa promesa,
el río se la llevó.

Autor – Silvia Hurtado, “La dama de la rosa”, Cuba