LA URGENCIA CLIMÁTICA NO SOLO SE MIDE EN GRADOS, SINO EN EMOCIONES COLECTIVAS
A meses de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), los titulares se llenarán de cifras, objetivos y compromisos. Escucharemos hablar de reducción de emisiones, financiamiento climático, conservación de ecosistemas y nuevas alianzas. Y todo eso será, sin duda, urgente y necesario.
Pero hay una pregunta que suele quedar fuera de la sala de negociaciones: ¿Cómo se siente realmente la gente frente a la crisis ambiental?
Puede parecer menor, casi superficial, hablar de emociones cuando estamos frente a una amenaza global. Sin embargo, la forma en que las personas sienten el cambio climático es una de las claves más poderosas —y a menudo ignoradas— para construir soluciones duraderas. Porque nadie actúa desde la indiferencia, y nadie se moviliza desde el desencanto.
Desde nuestra agencia de comunicaciones, decidimos abordarlo de manera distinta: en lugar de preguntar, optamos por escuchar. Aplicamos tecnología de análisis emocional sobre más de mil millones de datos espontáneos en la web pública, recolectados a lo largo de un año en América Latina. No preguntamos nada: solo observamos qué emociones emergen cuando la gente habla libremente del medio ambiente.
Los resultados son reveladores. En Brasil, la emoción predominante fue la expectativa. Un 32% de las menciones digitales reflejaban expectativa positiva. En contraste, en México predominó el miedo, con un 24% de las menciones cargadas de ansiedad, por encima de la expectativa (19%). Esta diferencia no es menor: muestra cómo dos países latinos pueden vivir el mismo tema de forma completamente distinta.
Más aún, observamos que los medios de comunicación no siempre reflejan esas emociones. En Brasil, la prensa digital fue aún más optimista que la ciudadanía. En México, en cambio, los medios mostraron una narrativa aún más alarmista que la conversación pública. Esta desconexión entre medios y audiencias puede erosionar la confianza y reducir el impacto de las campañas ambientales.
Esto no es un reproche, sino una invitación urgente: gobiernos, empresas, activistas y comunicadores necesitamos reaprender a escuchar. La emoción no es lo opuesto a la razón; es el terreno donde las ideas se siembran y la acción se vuelve posible.
La COP30 será una vitrina política, pero también una prueba emocional. Y si no alineamos nuestras estrategias de comunicación con el verdadero sentir de la gente, los compromisos pueden quedarse en el papel. Las emociones no son ruido: son señales. Y si sabemos leerlas, pueden guiarnos hacia un cambio real.
Por Claudia Daré, fundadora de LATAM Intersect PR y experta en comunicación estratégica
Sobre el estudio
- Basado en más de 1.086 millones de puntos de datos públicos en América Latina.
- Periodo de observación: últimos 12 meses.
- Fuentes: Web pública, redes sociales y contenido de medios digitales.
- Tecnología de análisis emocional con inteligencia artificial de Delta Analytic BV, analizado por Latam Intersect Intelligence.