LUEGO DE VARIOS DÍAS ENTRE LA LLEGADA DE LA NAVIDAD Y LAS PRIMERAS SEMANAS DEL NUEVO AÑO, BUSQUÉ REFUGIO MENTAL EN LAS REDES SOCIALES, ESPECIALMENTE X.
Allí aterrizaba para perder contacto con la realidad, si no podía lidiar con algún conflicto personal, la red significaba el espacio para moverme sin ser percatada o advertida, al principio ni siquiera dejaba likes, simplemente, navegaba.
No sé en qué punto la interacción comenzó a ser desafiante y controladora, dormía con el celular al lado de la almohada, ¿guardián de los sueños o enemigo a la vista?
El impulso de la novedad, de las noticias, de los comentarios exacerbados, acallan tu mente.
Bloquean el instinto de conservación, ese, en el que eres consciente no de que vas a la deriva, sino que te ahogas. ¿Y cómo te das cuenta? No lo haces.
He visto personas en el umbral de la muerte, más que en el albor de la vida.
Lo que sucede allí es la respiración, se va agotando… hasta que te quedas con el mínimo para sobrevivir.
No voy a decirte qué debes hacer. Mi vocación de maestra consiste precisamente, en que cada cual encuentre su propio camino, quizá, mis palabras puedan darte una guía.
Toma el celular y no hoy ni mañana, sino cuando este mensaje te siga en la mente y elimina la X (o la que sea..)
No tienes que hacerlo del todo, solo del celular, nada más, no vas a perder contacto o van a pensar que te desapareciste.
La más nefasta de todas las drogas de las redes sociales es la que dirige un ídolo perverso. Está planeada para que pierdas tu tiempo, las otras también, pero tiene el objetivo de hacerte perder autonomía. Crees que tienes poder porque puedes opinar, leer comentarios o incluso interactuar. Pero todo allí es una farsa. Y nosotros. A diario, pensamos que somos protagonistas porque tenemos un perfil y una fotografía, porque estamos allí, y nos pueden encontrar. Pero somos los vendedores informales de unos traficantes.
Perpetuamos, con nuestras interacciones, una mentira. Una falacia. Un engaño. A cambio, de mantenerte entretenido gratuitamente. Elimina la fuente del falso placer. Elimina la aplicación y tómate unos días para manejar la incertidumbre de la desconexión.
El gran hermano opresor, por llamarlo de alguna forma, te necesita allí, esclavo, idiota útil compartiendo y opinando, otorgándote ese poder. ¿Sabes qué eres allí? Un número, un algoritmo, una estadística.
No busca tu protección, ni tu cuidado. No es Dios. Su interés es tóxico y dañino. Así como las drogas, es autodestructiva, te preguntabas ¿Cómo llega un adicto tan lejos y no se da cuenta?
Ya no estamos navegando. Nos dejamos arrastrar por la corriente que nos conduce al confinamiento.
Los campos de concentración son físicos pero también mentales.
Escapa. Huye. Sálvate.
Karim Quiroga – La cabra LibreRa
(Colombia)