Donde las estrellas te nombran a escondidas
y la luna tibia pulsa tu corazón
en la esquina de la ausencia
más allá de la paz y de la guerra,
ahora caminas en los escondrijos del viento
en la sonrisa azul con sublime acento,
lejos de la tristeza de los árboles caídos
como buen varón, vencedor del miedo
navegaste en otros rumbos con timón de acero.
Estás en el silencio del eco
de mis palabras florecidas,
en las olas dormidas de mi barca vacía,
donde se arrullan las fechas que vuelan ciegas.
Ya no habitas en mi dimensión de colores,
pero en ti habitan todos los arcoíris.
Te fuiste con el rumor de los pájaros que vuelan alto,
envuelto en la brisa de la madreselva que trina,
pero sigues aquí entre rosas y violetas,
en el abecedario de todas mis letras
y aunque la ausencia aúlla con extraños ritmos,
hoy te canto padre mío, y festejo que soy arcilla
amasada con tus manos de ángel y alfarero.