Mi ruego

Si en las orbitas de tus pelos
se dibujasen los hilos del suspiro…
Si cayeran mis brazos
en el silencio el azul de la cortina,
y mi ruego se estrecharía
dentro del repetido sueño
donde se queman
los inciensos de la abundancia

Si tus pechos y mejillas
definieran a la vida tan simple
como una rueda de palomas…
Quizás te tendría más de cerca…
Quizás serias del campo…
De los aros del trigo…
Y volverías al ruedo
en cada verano
en cada germen y por cada semilla

Si te huelo a inmaduro
como el redundar verderón de las parras…
Yo dejaría a las frutas
y caería en vaivén de amapolas…
Renunciaría al cortejo…
al místico emblema
del sabor de las uvas nuevas
por debajo de tu lengua

Si me sonríen tus pestañas
alzando tus redondos ojos
mutilando iris errantes
yo no te creería violencia
pero igual que siempre,
cuando te retiras,
te punzas de ignominia

Ya imputo la renuncia del cuerpo
ya con tu recuerdo me basta
Y me someto en pliegues
para bordear la sal
el silencio pardo
el arrullo precoz…
Pierdo mi fe en el alma que ruega
a cada luna insulsa
como pausa entre
cielo y nubes

Si tus tardes no regresaran en jamases
a invocarte poblando el embeleso…
Sería mi destino,
la penumbra irrevocable,
la intensidad en mi aguijón muerto…
Solo definirías mi volar
en el cansado perfume,
en ese aroma a llanto
de tus promesas eternas

Si yo solo fuese un hombre cabal,
portaría mi firmeza en la voz y en el coraje
atropellando las ruedas de tus tacos…
Y desde entonces debería
alzarme en cantar resonante
en el eco del contorno hueco que te nombra

Volvería sin ritual
hinchando al corcho
a la botella
por vino y por sangre…
Pero mi sed mueve al cosmos
que prolonga la danza…
Al mareo tardío del sol irascible
en que se cantan rendidos
todos tus muertos

Si la vida me resultara tan simple
como la cándida espiga que te pierde
en las siembras que doy…
Y en las que me reparto
por cada suceso arrogante del ocaso

Si la sal supiese
de las pérdidas inabarcables
en tu fundada gloria…
Yo detendría mi labor ignorante
de estatua viva,
para corromper la paz mutada
estos verbos que nunca te alcanzan
ni te nombran

Si tu ser encendiese mi instante
para cederle sus aguas
al oasis loco que te llama…
Cundiría la magia en paso inerte
y la fuente del mal cesaría
este castigo imberbe que te prolonga.
Lo digo por todas las veces
que me pierdes y por las que me ignoras

Si la fuente del rosal
se abriese del aire
para abarcar canticos de musas diáfanas,
rogaria a la danza
a la paz
al salmo brutal que te evoca

Si arriba de tu frente
como en el dintel de tu memoria
se recordasen
tus colecciones de miradas
como seres inertes
como las piedras que te esconden…
Ya sabría que mi carne
habita un desaliento de hienas
una sola noche
un solo un brillo perdido
un desierto inútil,
ya sin eco…
Una arena
sin tu huella
ni tu sombra

Fernando Castaño (La Rioja, Argentina)