La humanidad y su asignatura pendiente

La humanidad ha recorrido un extraordinario viaje a través del tiempo, marcado por la incesante búsqueda del conocimiento y el progreso. Desde la aparición de los primeros homínidos hasta las complejidades de la civilización moderna, la inteligencia humana ha evolucionado exponencialmente. Este crecimiento nos ha permitido dominar el planeta y alcanzar hitos notables en la ciencia, la tecnología y las artes.

Sin embargo, junto con estos logros, nuestra capacidad de autodestrucción ha crecido con la misma importancia. La guerra, un flagelo que ha perseguido a la humanidad a lo largo de la historia, sigue siendo una cruda realidad incluso hoy.

Desde las escaramuzas tribales de la antigüedad hasta los devastadores conflictos globales del siglo XX, la humanidad ha demostrado repetidamente su propensión a la violencia y la destrucción. A pesar de los horrores que nos hemos infligido unos a otros, parecemos incapaces de aprender de nuestros errores.

En nuestra era actual, la guerra sigue asolando muchas partes del mundo. Los conflictos en curso en Siria, Yemen, Palestina y otros lugares han causado un inmenso sufrimiento y han desplazado a millones de personas. La amenaza inminente de una guerra nuclear persiste, mientras que la carrera armamentista continúa sin tregua.

¿Qué es lo que empuja a la humanidad a acercarse al precipicio de la aniquilación?

La respuesta puede estar en nuestra propia naturaleza. Si bien poseemos una capacidad extraordinaria para el amor, la compasión y la empatía, somos igualmente capaces de odiar, de ejercer la violencia y de destruir. Esta dualidad es la base de nuestra vulnerabilidad a la guerra y al conflicto.

¿Sería ingenuo creer que frenando nuestras ambiciones excesivas podríamos fomentar la coexistencia global? ¿Podría considerarse un ideal utópico reconocer que, a pesar de las diferencias de color de piel, religión o cultura, todo ser humano merece respeto y el derecho fundamental a la vida? ¿Es demasiado pedir que una especie, orgullosa de su destreza tecnológica y de sus exploraciones lunares, se tome un momento para declarar:

“Deténganse, antes de que destruyamos nuestro único hogar”.

“Detengan el odio, las guerras, los asesinatos y los exterminios para que podamos vivir juntos en paz en este planeta que tiene tanto que ofrecer”.

Paradójicamente, es esta misma dualidad la que también nos da esperanza, pues si la humanidad es capaz de odiar y de ejercer la violencia, también es capaz de amar y de cambiar. Podemos optar por rechazar la destrucción y adoptar un camino de paz, justicia y cooperación.

La elección está en nuestras manos. Podemos permitir que la guerra y la violencia definan nuestro legado, o podemos trazar un nuevo rumbo que nos lleve a un futuro más pacífico, justo y humano.

La historia recordará el camino que elijamos.

Por: Betty Santella