IA y derechos de autor: ¿uso justo o abuso encubierto?

LAS GRANDES TECNOLÓGICAS PRESIONAN POR FLEXIBILIZAR LA LEGISLACIÓN SOBRE PROPIEDAD INTELECTUAL DEJANDO DESPROTEGIDOS A MILLONES DE CREADORES POR UNA INJUSTICIA ESTRUCTURAL.

Vivimos un momento bisagra: la inteligencia artificial avanza a pasos agigantados y promete transformar todos los sectores de la economía, desde la medicina hasta la educación; pasando por la industria creativa. Pero mientras la narrativa dominante gira en torno a la innovación, la competitividad y nuevas habilidades, una pregunta incómoda comienza a hacerse cada vez más fuerte: ¿cómo manejan las empresas de IA los derechos de autor? ¿Estamos ante una revolución tecnológica o frente a una apropiación sin reglas?

En los últimos meses, gigantes como Google OpenAI han presionado al gobierno de Estados Unidos para que clasifique el entrenamiento de modelos de IA con obras protegidas como “uso justo”. Su argumento es geopolítico: limitar el acceso a esos contenidos ralentizará el avance tecnológico del país y lo dejará en desventaja frente a potencias como China. Una jugada que suena a pragmatismo, pero que tiene mucho de conveniencia.

El doble estándar es evidente: Google, por ejemplo, pagó más de 12 mil millones de dólares por las patentes de Motorola en 2011. Entonces, ¿por qué la industria tecnológica está dispuesta a pagar cifras millonarias por algunas formas de propiedad intelectual, pero pretende usar gratuitamente el trabajo de artistas, escritores y músicos?

La Unión Europea exige mayor transparencia: quiere que las empresas informen qué datos usan para entrenar sus modelos. La respuesta ha sido el silencio o la negativa. Si el proceso fuera verdaderamente justo y ético, ¿por qué tanta opacidad?

Este escenario plantea un dilema profundo para los creativos. La IA llegó para quedarse. ¿Se adaptarán los creadores o quedarán rezagados? ¿Y quién se encarga de acompañarlos en esa transición? Mucho se habla de reconversión laboral, pero poco se hace para garantizar que los desplazados encuentren un nuevo lugar.

El concepto de “uso justo”, que debería proteger la transformación y el comentario crítico, se está forzando hasta límites peligrosos. Según el Stanford Copyright & Fair Use Center, el uso justo implica una reutilización transformadora que aporte algo nuevo. Alimentar algoritmos con obras preexistentes, sin consentimiento ni compensación, difícilmente califica como tal.

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Casos recientes lo ilustran con crudeza. Studio Ghibli se vio envuelto en una polémica por tráilers generados con IA que imitaban su estilo. Incluso el CEO de OpenAI, Sam Altman, publicó un avatar hecho con esa estética. La artista Karla Ortiz, quien inició demandas contra generadores de imágenes por violación de derechos, fue tajante: “A estas empresas simplemente no les importa el trabajo de los artistas”.

El silencio de los gobiernos también preocupa. La falta de regulaciones claras y contundentes deja a los creadores a la intemperie. ¿Quién protege su trabajo? ¿Quién pone límites al uso indiscriminado de su talento?

Hay caminos posibles. Algunas iniciativas, como Fairly Trained, apuestan por modelos entrenados de manera ética, con consentimiento explícito. Otros creadores experimentan con herramientas de IA en sus procesos, aprendiendo a integrarla como aliada, no como enemiga. Pero esta transformación solo será sustentable si se construye sobre principios justos.

Spotify no incorpora música sin pagar licencias. ¿Por qué la IA no debería hacerlo? Si las grandes tecnológicas quieren jugar en serio, deben empezar por reconocer el valor de lo que usan. La innovación no puede ser una excusa para el saqueo.

La cuestión no es solo económica. También es geopolítica. Si pocos países concentran el desarrollo de IA, los demás dependerán de sus reglas y precios. La soberanía digital se convierte así en un tema central del siglo XXI.

Si no equilibramos el juego, corremos el riesgo de hipotecar el futuro creativo. Y sin creatividad, no hay verdadero progreso. Si las empresas quieren invocar el “uso justo”, primero deben demostrar que juegan limpio. Porque de lo contrario, estaremos construyendo una jaula brillante con las llaves en manos ajenas.

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Por Juan Santiago
CEO y Founder de Santex