NO LEVANTES LA MANO CONTRA QUIEN TE DIO LA VIDA,
NI HIERAS CON PALABRAS A LA VOZ QUE TE ARRULLÓ.
ESA MUJER QUE EN SU SENO TEJIÓ TU EXISTENCIA
MERECE RESPETO, NO TU DESPRECIO NI TU RENCOR.
Agradece cada gesto, cada noche sin dormir,
los silencios que guardó para no herirte más,
las veces que calló su propio llanto
para darte abrigo, camino y paz.
No la compres con cosas, ni la humilles jamás,
el amor no se mide con bienes ni aparentar.
Una madre no quiere lujos, ni grandeza material,
sólo busca en tus ojos un poco de verdad.
Honra su nombre cuando hables de ella,
respeta su paso aunque se vuelva lento,
escucha su voz aunque repita lo mismo,
y no olvides sus consejos, aunque los creas viento.
Porque llegará un día —y llega sin avisar—
en que su silla quede vacía y no puedas hablar.
Entonces llorarás, arrepentido y en silencio,
por no haberla amado con todo tu tiempo.
Sé agradecido, no esperes perder
para darte cuenta de lo que ella fue.
Honra a tu madre, y vivirás en paz,
sin culpas futuras, sin mirar atrás.
Gloria Inés Acevedo
