Sandra era una mujer de 22 años, decide ir a bailar, ya que estaba buscando una pareja porque su máximo deseo era ser madre joven.
Entonces concurre a una discoteca de moda, con una amiga del secundario. Comienza a danzar sola. De repente se le acerca un muchacho aproximadamente de unos 30 años, soltero, arquitecto llamado Marcelo Gutiérrez, que luego de cruzarse con miradas desnudas, comparten una copa de un exquisito vino fino.
En la madrugada, ambos combinan en volver a verse.
Así comienza una relación muy bella
Pasó un corto tiempo y deciden contraer matrimonio. Hicieron una pequeña y humilde fiesta, ya que los dos eran hijos únicos y los progenitores de la muchacha fallecieron en un accidente automovilístico, donde Sandrita fue la única sobreviviente.
En el casamiento reciben algunos obsequios, entre ellos una caja de bebida alcohólica, con gusto a sabor a uva dulce.
Entretanto los esposos convivían en total armonía y siempre cenaban con unos tragos de aquel rico regalo.
Llegó el momento en que ella quería tener un bebé, pero se lleva una terrible desilusión. Marce le contesta que no está en condiciones de afrontar la paternidad, entretanto seguían consumiendo las bebidas que le habían dado en el festejo del matrimonio.
La felicidad se va desvaneciendo y se dan cuenta que en la caja solamente quedaba una sola botella. Entretanto ellos deciden realizar una terapia de pareja antes que se acabe la última gota del vino tinto.
Había desavenencias entre ellos y cada vez más fuertes. El psicólogo ya no podía realizar más nada.
La señora dice que se le pasa el tiempo para la maternidad. Y en medio de la comida, sienten que aquel alcohol se había vuelto agrio, que ya había perdido el buen gusto, desde el primer momento de la relación. Entonces Sandra y su marido deciden arrojar el líquido,en el cual se desintegran tanto los vidrios del vaso como de la botella, abriendo así heridas que no pueden cerrarse fácilmente.
Juana Liliana Valtman