La discapacidad en la formación de grado: una deuda pendiente en el sistema de salud

ESPECIALISTAS EN EDUCACIÓN Y SALUD ADVIERTEN QUE AÚN PERSISTE UN VACÍO SIGNIFICATIVO EN LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA RESPECTO A LA DISCAPACIDAD Y LA ACCESIBILIDAD.

El pasado 3 de diciembre se conmemoró el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Aunque el 16% de la población mundial cuenta con alguna discapacidad, persisten deudas hacia este colectivo, especialmente en la formación de los equipos de salud.

De acuerdo con referentes en docencia universitaria de la Universidad Hospital Italiano, una de las barreras más persistentes no es tecnológica ni arquitectónica, sino actitudinal. “La comprensión de la discapacidad como interacción entre la persona y las barreras del entorno todavía no está suficientemente incorporada en los programas de formación de grado”, explica Cecilia Figari, directora del posgrado Especialización en abordajes interdisciplinarios centrados en las personas con discapacidad y sus comunidades.

La especialista señala que las y los profesionales pueden convertirse en facilitadores o, sin quererlo, en obstáculos: “Esa diferencia depende tanto de la infraestructura como de la formación y las actitudes”. En este sentido, advierte que la accesibilidad actitudinal —relacionada con prejuicios, estereotipos y representaciones sociales— aún no tiene un lugar sistemático en la currícula de grado, pese a su impacto directo en el trato y en el reconocimiento de las personas con discapacidad como sujetos de derechos.

“Como formadores, debemos asegurarnos de que los estudiantes comprendan la importancia de la accesibilidad y de que los servicios de salud cuenten con condiciones que garanticen equidad. La diversidad es parte de la práctica sanitaria cotidiana”, agrega Figari, también Dra. en Psicología.

La falta de contenidos sobre discapacidad, accesibilidad y derechos puede derivar en enfoques centrados exclusivamente en lo biomédico, reduciendo a las personas a diagnósticos y habilitando prácticas paternalistas, como infantilizar, decidir por ellas o dirigirse únicamente a acompañantes. Frente a esto, Figari remarca que las personas con discapacidad ejercen su autonomía y que, cuando requieren apoyos, es el sistema el que debe brindarlos, sin sustituir su voz.

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La Organización Mundial de la Salud insiste en que los sistemas sanitarios deben ser accesibles, inclusivos y centrados en la persona. Para que estas recomendaciones se traduzcan en prácticas reales, es indispensable que las universidades incorporen contenidos sobre accesibilidad, derechos y diversidad de manera transversal.

Esto no se trata sólo de rampas, intérpretes o protocolos, sino de profesionales que miren a la persona en su singularidad. El desafío es construir una inclusión recíproca, donde profesionales y pacientes se reconozcan parte de una misma comunidad. Y ese trabajo comienza en las aulas”, concluye la especialista de la Universidad Hospital Italiano.