Un sistema de salud al borde del colapso silencioso

LA ASFIXIA FINANCIERA DE LOS PRESTADORES Y EL CASO CRÍTICO DE LA OFTALMOLOGÍA

La situación de los prestadores de salud en la Argentina —y con especial gravedad en el sector oftalmológico— se explica hoy por una brecha económica que se hace insostenible: una inflación acumulada en torno al 25% en lo que va del año, contrastada con aumentos promedio de apenas 12% reconocidos por los financiadores. Esta diferencia implica una pérdida real de más del 10% del poder adquisitivo del prestador. A ello se suma la dilación permanente de los plazos de pago, que en un contexto inflacionario opera como un recorte encubierto por la pérdida del valor del dinero en el tiempo e impidiendo una programación efectiva de la inversión que se necesita para el recambio de instrumental que implica una mejor atención.

La inflación acumulada del año —aproximadamente 25%— debería ser el piso mínimo para evitar que el prestador pierda capacidad operativa. Sin embargo, los financiadores han acompañado ese proceso con incrementos que promedian solo el 12%, la mitad de la inflación real. El resultado es un deterioro acelerado: los costos aumentan al ritmo de la inflación, los ingresos nominales suben al 12% y los pagos llegan meses después, produciendo una licuación adicional.

El diferimiento como mecanismo de ajuste encubierto
La inflación acumulada no solo erosiona el margen operativo: convierte los plazos de pago extensos en una transferencia de recursos desde el prestador al financiador. El sistema funciona financieramente porque los prestadores —clínicas, centros quirúrgicos y profesionales— terminan financiando la operación a través de la pérdida del valor del dinero mientras esperan el cobro. Vale aclarar que gran parte de esta financiación sale del ahorro de los médicos, verdaderos financiadores de la salud argentina ya que la tasa de los bancos están a valores mucho más altos que la inflación. Tomarlos sería la crónica de una muerte anunciada.

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Tipo de cambio y costos dolarizados en oftalmología
Si la inflación acumulada golpea a todo el sector, el tipo de cambio golpea con especial brutalidad a la oftalmología. Desde el inicio del actual gobierno, el salto cambiario ha sido abrupto, impactando directamente en el valor de lentes intraoculares, equipos de facoemulsificación, láseres, insumos descartables, repuestos, software y equipamiento diagnóstico como OCT, topógrafos y biometría. Estos costos dolarizados han crecido muy por encima del 25% de inflación acumulada, mientras los ingresos apenas subieron 12% y se cobran con meses de atraso.

La distorsión de precios relativos
Mientras energía, alquileres, seguros, alimentos, transporte y servicios básicos han tenido correcciones acompañando o superando la inflación acumulada, la salud volvió a quedar rezagada. La oftalmología, altamente dependiente de la tecnología y del capital humano calificado, no puede sostener su funcionamiento cuando los costos crecen al ritmo de la economía y los ingresos crecen a la mitad.

Reconstruir la ecuación económica es urgente y requiere: actualizaciones que acompañen la inflación acumulada real; plazos de pago estrictos; reconocimiento explícito del impacto del tipo de cambio sobre especialidades tecnológicas; y un sinceramiento de los precios relativos de la salud. La sostenibilidad del sistema es la condición necesaria para garantizar el acceso efectivo de la población a la salud visual. La oftalmología no está exagerando: está advirtiendo lo que viene.

Sin embargo los actores de este drama médico actúan con una hipocresía al borde del cinismo. Todos los actores saben que el sistema no funciona, que los números no cierran, que el sistema es insostenible porque nadie considera los costos ajenos. Una consulta a 9000 pesos pagada 120 días es casi una burla descarada. ¿Qué tipo de medicina se puede hacer por seis dólares cuando la consulta de seguridad social en cualquier parte del mundo no baja de 20 u$s?

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Los valores de los bienes de insumos ahora están tan caros como en el resto del mundo pero acá se pretende hacer una burbuja fantasiosa, un mundo irreal de costos ficticios, valores imaginados por burócratas que llegan a conclusiones fallidas que solo entran en sus cabezas …y cuando estás chocan con la realidad las imponen valiéndose de su posición dominante, desconociendo (¿Conociendo perfectamente?) los problemas y quebrantos que sus medidas están generando.

¿Hasta cuándo se sufrirá está hipocresía del sin sentido?
¿Hasta dónde llegará esta agonía?

“El silencio es salud”, reza una antigua frase de la enfermera que instaba a guardar silencio en las clínicas y sanatorios.

Ahora ese silencio y la indiferencia de la sociedad, nos está matando.

Por Juan Manuel Ibarguren
Magíster en Administración de Servicios de Salud