A 204 AÑOS DE SU PASO A LA INMORTALIDAD, EL NOMBRE DE MIGUEL MARTÍN DE GÜEMES SIGUE VIVO EN LA MEMORIA DEL PUEBLO ARGENTINO COMO SINÓNIMO DE CORAJE CRIOLLO, PATRIOTISMO ENCARNADO Y LEALTAD AL PUEBLO GAUCHO. NO FUE UN GENERAL DE ESCRITORIO NI UN HÉROE DE MANUAL: FUE UN CAUDILLO DE TIERRA ADENTRO, NACIDO EN SALTA, QUE SUPO HACER DEL MONTE SU TRINCHERA Y DEL GAUCHAJE SU EJÉRCITO POPULAR.
A 204 años de su paso a la inmortalidad, el nombre de Miguel Martín de Güemes sigue vivo en la memoria del pueblo argentino como sinónimo de coraje criollo, patriotismo encarnado y lealtad al pueblo gaucho. No fue un general de escritorio ni un héroe de manual: fue un caudillo de tierra adentro, nacido en Salta, que supo hacer del monte su trinchera y del gauchaje su ejército popular.
Güemes no representó a una elite ilustrada ni a un ejército profesional; representó a su tierra, a sus paisanos, a los olvidados por la historia oficial. Sus hombres no tenían uniforme, pero sí dignidad. No llevaban grados militares, pero sí coraje. Eran arrieros, peones, pequeños propietarios y criollos de a caballo que defendieron con lanza en mano la frontera norte del proyecto emancipador. No luchaban por una bandera abstracta, sino por su libertad, su terruño, su comunidad y autonomía provincial.
A diferencia de otros patriotas que soñaban la independencia desde los salones de Buenos Ayres o desde los libros europeos -los atlantistas-, Güemes entendía la libertad como algo concreto: poder vivir en paz en su tierra, sin virreyes ni imperios, sin patrones que dictaran desde lejos. Y esa libertad se defendía desde abajo, con organización popular y con decisión. Su liderazgo no era jerárquico ni burocrático, era comunitario, basado en la confianza mutua entre él y su gente.
Güemes encarnó el espíritu del federalismo vivo, del municipalismo en armas, de la autonomía territorial frente al centralismo porteño. Su lucha no fue sólo contra los realistas, sino también contra quienes desde Buenos Ayres pretendían imponer un país sin provincias, sin gauchos, sin alma. Por eso su figura sigue siendo incómoda para muchos: porque no responde al molde del héroe liberal ni al esquema del “Estado-nación” centralizado. Él fue bandera de una Argentina popular, descentralizada y profundamente federal.
Su muerte no fue la de un mártir solitario, sino la de un conductor rodeado por su pueblo. Herido, se negó a abandonar el combate, y aún agonizando, siguió conduciendo a sus milicianos. Ese gesto final es símbolo del compromiso con la causa popular: vivir con el pueblo, luchar con el pueblo, morir por el pueblo.
Hoy, en tiempos de confusión y extranjerización cultural, recordar a Güemes no es un acto ceremonial: es un acto político. Es volver a nuestras raíces federales, al gobierno local, a la defensa del territorio y del vecino. Es reencontrarnos con un modelo de liderazgo basado en la cercanía, la justicia y la lealtad a los de abajo.
Miguel Martín de Güemes fue más que un general: fue un patriota de la tierra, un hombre de los tiempos y un faro para este presente. Su legado no se mide en medallas, sino en conciencia popular. A 204 años de su partida, su lanza aún brilla entre los cerros, su voz aún resuena entre los gauchos, y su ejemplo sigue marcando el camino de una Argentina que se piensa desde el pueblo hacia la Nación…de una argentina que espera su Segunda Emancipación.
Luis Gotte
Mar del Plata
Coautor de Buenos Ayres Humana I: la hora de tu comunidad (Ed. Fabro, 2022); Buenos Ayres Humana II: la hora de tus intendentes (Ed. Fabro, 2024); y en preparación: Buenos Ayres Humana III: La Revolución Bonaerense del Siglo XXI, las Cartas Orgánicas municipales.