El símbolo que transformó un viaje en una huella para toda la vida

EN 25 DE MAYO, PROVINCIA DE BUENOS AIRES, LOS DÍAS TRANSCURREN CON LA CALMA HORIZONTAL DE LOS PUEBLOS. ALLÍ NACIÓ LAURA GANADO. A LOS 17 AÑOS HIZO LO QUE HACEN QUIENES SABEN QUE SU VIDA ESTÁ EN OTRO LADO: SE SUBIÓ A UN MICRO Y LLEGÓ A LA PLATA CON UNA DECISIÓN QUE JAMÁS DUDÓ: SER ARTISTA. LA CIUDAD LA RECIBIÓ CON AROMA A TILOS Y ARCILLA HÚMEDA. EN BELLAS ARTES APRENDIÓ A AMASAR EL BARRO, A ESCUCHAR EL HORNO, A COMPRENDER QUE EL ARTE TAMBIÉN ES UNA FORMA DE PACIENCIA.

Un tiempo después, una noche cualquiera entre; amigas, risas, vino, internet abierto, se torció su destino. “Estábamos googleando becas, a ver si existía la posibilidad real de viajar a México para trabajar mi tesis sobre Frida Kahlo. Y de pronto apareció la convocatoria”, dice. Se postuló. La rechazaron. Volvió a intentarlo. Y un año más tarde, el mail.

“Felicitaciones. Ha sido seleccionada. “Ese mensaje no sólo le abría un viaje: le abría una vida.Fue su primer vuelo. Su primer mes sola en otro país. “No lo podía creer. Me pagaban todo. Era un sueño”, recuerda. Ciudad de México la abrazó con su caos amable: hostels, amistades fugaces que después se quedan, luces que laten. Estudió con Bela Gold, una artista argentina, integrante del Museo de Mujeres Artistas Mexicanas, docente de la UAM, quien le enseñó a dibujar sin líneas: sombra, hilo, recorte, collage. México le cambió las manos. Le movió la respiración.

Pero lo que iba a marcar su obra estaba escondido en Coyoacán. Laura llegó allí buscando a Frida Kahlo. Su tesis, “La obra de Frida Kahlo, de lo trágico a lo maravilloso”, intentaba entender cómo se sostiene un cuerpo roto, cómo se reconstruye una identidad atravesada por el dolor.

Mientras investigaba, un boceto la detuvo: una paloma junto a la frase “Se equivocó la paloma, se equivocaba”. Pequeña. Frágil. Persistente. Una paloma que aparecía en distintos momentos de Frida como un gesto íntimo de vuelo, un vuelo que a veces no podía darse, pero que igual se dibujaba. “Me marcó entender cómo la obra puede ser un sostén emocional. Cómo Frida se rehízo a sí misma desde la imagen. Eso me atravesó”, dice Laura. Y entonces ocurrió: la paloma se le metió adentro de su vida.

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Primero apareció en un cuaderno. Después fue un bordado. Un collage. Una pieza de cerámica. Luego, palomas sin alas para hablar de la muerte, túneles para contar el pasaje, esculturas revestidas con imágenes de Frida. La tesis dejó de ser investigación para convertirse en materia. Y cuando regresó a Argentina, ese camino se mostró entero en su primera exposición en el Centro Cultural de La Plata. Allí estaban los bordados electrónicos, los collages intervenidos, las palomas suspendidas, los mosaicos. Era su propia travesía desplegada en una sala.

Lo supo entonces: la paloma ya no era un símbolo ajeno. Era su huella. Su manera de decir “esto soy yo”. Pero la historia tenía un prólogo que sólo más tarde supo leer. Años antes, una amiga le había diseñado una tarjeta personal con una paloma, inspirada en las fotos que Laura sacaba obsesivamente a los cables llenos de pájaros. En aquel momento era un gesto amable. Hoy, una premonición. La paloma la había elegido mucho antes de que ella eligiera a Frida.

Ahora, en su taller de La Plata, un espacio donde conviven la cerámica, la música, las telas bordadas y más de 250 alumnos la palo ma está en todas partes. En su insignia. En las piezas que modela con las manos. En los mosaicos que producen sus estudiantes. En cada obra que sale del horno. No es un dibujo: es una declaración. Una geografía emocional. Una identidad.

Lauraganceramica, como la conocen en redes, es una artista argentina que encontró en México algo más que un país: encontró un símbolo que la sostuvo, la nombró y le dio un lenguaje. Una paloma que primero la conmovió, después la acompañó y finalmente la reconoció. Una figura que ya no pertenece sólo a Frida Kahlo. Que ya no pertenece sólo a Laura porque pertenece al puente que las une. Algunas artistas buscan un signo que las represente. Pero otras encuentran un signo que las revela. Y Laura Ganado no es una artista que firma con un símbolo: es una artista cuya vida cambió porque un símbolo la encontró a ella.

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La paloma abrió el camino. Ella decidió caminarlo. Y ese vuelo, nacido en Coyoacán y encendido en La Plata, sigue escribiendo su propia historia con esas alas que ya no se equivocan: aprenden, enseñan y disfrutan.