Nuestro país está peor que a la deriva. Resignado espiritualmente, abatido moralmente, empobrecido humana y materialmente, sin plan ni rumbo, dividido, sin zanjar cuál es la matriz que tribute a su desarrollo- unos decimos que es con inversiones privadas, otros que se logra con emisión monetaria sin importar la inflación y con ‘mucho Estado’ -posturas tan antitéticas que obstruyen cualquier análisis sereno y racional -, invadidos por la incertidumbre, inmersos en un abrumador pesimismo colectivo Obviemos seguir esta saga sombría. Lo irrefutable que en estos días nos hallamos en una encerrona por no decir en una trampa fenomenal.