El 41% de los chicos y adolescentes de entre 5 y 17 años tienen sobrepeso y obesidad en Argentina en una proporción de 20,7% y 20,4% respectivamente[1]
Cada 12 de noviembre, se celebra el Día Mundial de la Prevención de la Obesidad, una fecha que nos invita a reflexionar sobre uno de los problemas de salud más desafiantes de los últimos tiempos, especialmente en los niños y niñas.
“La obesidad infantil no solo es una preocupación creciente a nivel mundial, sino que sus consecuencias afectan tanto a la salud física como mental de los pequeños, aumentando el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y problemas cardiovasculares desde edades tempranas”, asegura el Lic. Hugo Benítez, nutricionista de Ospedyc.
“Estamos experimentando una transición alimentaria, cultural y social con un ritmo muy acelerado y los padecimientos que antes se trataban en la población adulta, se presentan hoy a más temprana edad, formando y heredando un patrimonio de niños medicados y con malas expectativas en torno a su calidad de vida”, sostiene Benítez.
La prevención de la obesidad en las infancias es importante, y el primer paso es establecer hábitos de vida saludables. La alimentación equilibrada es fundamental y las comidas ricas en frutas, verduras, cereales integrales y proteínas de calidad, como carnes magras y legumbres, proporcionan los nutrientes necesarios para un crecimiento óptimo. Evitar el consumo excesivo de alimentos procesados, ricos en azúcares y grasas saturadas, es fundamental para mantener un peso saludable.
“Por otra parte –continúa Benitez–, es importante rescatar la comensalidad, un concepto que hace referencia a la elaboración propia de los alimentos y, sobre todo, a la reunión del grupo familiar para compartirlos. Actualmente la vorágine laboral, la falta de tiempo, las limitaciones económicas y el estrés físico y emocional propicia malos hábitos a los niños en pleno desarrollo. Como agravante directo, la comida rápida y de mala calidad aparece como la solución “fácil” para atender tiempos y espacios que no atendemos con más y mejor disponibilidad.”
Además de la alimentación, la actividad física regular es fundamental. Los niños deben moverse al menos una hora al día ya sea a través del juego, deportes o actividades recreativas. El ejercicio ayuda a quemar calorías, mejorar la salud cardiovascular y fortalecer el sistema inmunológico. A su vez, fomenta el desarrollo de habilidades motoras y sociales tan importantes para su bienestar integral.
“No podemos dejar de lado la importancia de la educación y el entorno familiar. Los niños aprenden por imitación, por lo que los adultos deben ser modelos de hábitos saludables. Crear un ambiente donde la comida nutritiva y el ejercicio sean parte del día a día, así como limitar el tiempo frente a las pantallas, contribuye a consolidar un estilo de vida equilibrado y activo”, finaliza Benítez.
El Día Mundial de la Prevención de la Obesidad nos recuerda la responsabilidad compartida entre familias, educadores y profesionales de la salud para garantizar que las futuras generaciones crezcan sanas. La obesidad es prevenible, y la base está en educar desde la infancia para que los más pequeños adquieran hábitos saludables que puedan sostener durante toda la vida.
La mejor prevención empieza en tu casa, y con el ejemplo.