“Nativos de las tecnologías” “abúlicos” “sólo se vinculan entre pares” “millennials” “centennials” “nini”. El mundo adulto nombra y adjetiva constantemente a las juventudes. Necesitamos entenderlas, comprenderlas, medirlas y conocer el porqué de sus elecciones. Pero esto lo solemos hacer desde nuestro paradigma adultocéntrico, es decir desde un juicio centrado en la edad adulta, como si fuera el mejor parámetro para evaluar la realidad, desde la “madurez”, como si esta fuera la meta privilegiada a alcanzar.
En el reciente relevamiento realizado las juventudes manifiestan que sus necesidades principales se relacionan con el acompañamiento, la educación y la contención. Este contexto impacta en sus proyectos personales, tanto en el plano social, como educativo y laboral y resulta clave recuperar sus espacios de socialización.
Hablar de Juventudes, supone hablar de jóvenes expuestos a diversos grados de vulnerabilidad y exclusión; relacionadas a su clase, etnia y géneros. Y al mismo tiempo supone hablar sus conquistas, sus deseos, sus luchas, sus formas de hacer y ser tan propias. Por eso el sujeto joven es diverso y dinámico en los tiempos, pero transformador y auténtico en su sentido, cualidades que el mundo adulto admira y teme al mismo tiempo.
Es sabido que las instituciones condicionan y moldean el proceso de socialización. Ser parte de una familia, de una comunidad, de una institución, son soportes para la construcción de las subjetividades que se trazan en las adolescencias y juventudes. El mundo adulto ocupa un espacio central en este proceso de construcción de la subjetividad que realizan adolescentes y jóvenes.
Este rol es toda una oportunidad: ser mejores adultos y adultas con nuestras juventudes promueve un mejor desarrollo de ellas. Donde exista un/a joven, debe haber instituciones, políticas y adultos/as para acompañar y escuchar. La falta de respuesta, la falta de presencia es el vacío y “lo contrario del amor no es el odio sino la indiferencia” (La causa de los Adolescentes, 1960).
¿Sobre qué pilares se debería construir este “nuevo contrato”?
1 Nota producida por Fundación SES que incorpora los resultados del reciente relevamiento a juventudes en el marco de la pandemia y su experiencia de trabajo en el campo de juventudes y derechos en el país y la región.
Despojarse de una mirada adultocéntrica supone un ejercicio nada sencillo: capacidad de escucha y aceptación de otros enfoques o experiencias; capacidad de reflexión sobre sí mismo y el entorno (lectura de las necesidades, intereses ajenos); disponibilidad al aprendizaje y al cambio. Casi nada…
Parece un camino arduo, pero las juventudes dan pistas y nos acompañan en esta tarea.
Productividad como imponderable
“Hace mucho tiempo que no tenía tanto tiempo para estar con mi vieja, con mi viejo, está bueno tomarse ese tiempo” (joven de CABA)
Adolescentes y juventudes suelen estar interpelados como sujetos consumidores y/o sujetos improductivos. “No quieren trabajar” “No quieren estudiar” son algunos de los sentidos más fuertes que se desprenden del popular término “ni-ni”. Los medios de comunicación y la publicidad convocan a las juventudes como público de excelencia para direccionar sus mensajes en estos términos.
¿Cómo pensar lo productivo en la improductividad? El doctor en psicología y en filosofía Luciano Lutereau, dice que “esa improductividad o esa nada que están haciendo los adolescentes es un trabajo muy grande. Y tiene que ver justamente con encontrarse a sí mismos, con una elaboración de una posición auténtica…"autenticidad" para que justamente el pasaje a la adultez no sea una caída en la impersonalidad, para no ser uno como los otros. El gran desafío del adolescente es poder ser uno entre otros”.
El relevamiento realizado a más de 500 jóvenes por Fundación SES sobre juventudes y pandemia evidenció que el estudio, las redes y ayuda en su casa son las actividades principales que realizaron los y las jóvenes en período de confinamiento.
A su vez, una de las mayores valoraciones que transmitieron los y las jóvenes encuestados fue el mayor tiempo vivenciado con la familia.
Una vez más, comprender esa forma de habitar el mundo de adolescentes y jóvenes nos desafía a las y los adultos y adultas a incorporar otros parámetros y elementos en el sentido de lo productivo para su desarrollo.
Participación y vida pública de las juventudes.
En la práctica cotidiana llamamos “participación” a distintas formas de estar presentes o de formar parte de acciones que otros ya han decidido. La participación “activa” o “real” implica que sujetos estén comprometido/as en los procesos de toma de decisiones. A esta participación la denominamos participación protagónica o ejercicio del protagonismo, siendo éste siempre, un ejercicio de poder.
¿Cómo se evidencia el protagonismo de las juventudes? Cuando hablan en las redes, se organizan en la escuela, arman sus banderas y cambian el lenguaje. Sus causas son visibles, irrumpen y cuestionan. También enamoran y son desacreditadas. Pero de eso se trata, lo público es el terreno de los conflictos. El Protagonismo nos obliga a una redefinición del poder en la sociedad, a un frontal cuestionamiento del poder que se basa en la condición del adulto.
El relevamiento de referencia, indicó que 6 de cada 10 jóvenes tiene interés en participar en actividades comunitarias, especialmente entre quienes tienen entre 18 y 24 años, quienes no están estudiando y quienes viven en ámbitos rurales. Las actividades propuestas que muestran más interés son reparto de bienes a población de riesgo y en barrios vulnerables, acompañamiento a mujeres en situación de violencia y participación en espacios virtuales para jóvenes.
Esto indica un fuerte sentido de lo público y una sensibilidad sobre las desigualdades, aspectos que no necesariamente radican en más de un adulto/a.
El protagonismo social de las juventudes, antes que cualquier demostración y concreción histórica es una creencia cultural sobre el papel de las y los jóvenes en la sociedad. Es su auto representación y corresponde a las instituciones y a la sociedad legitimarla como tal.
Virtualidad: nativos, no cautivos
“Me gusta preguntar y me es difícil no tener una respuesta directa o rápida. A mí me gusta expresarme, sacarme las dudas… Trato de tener empatía con los profesores o directivos, pero es difícil porque siento que mi trabajo no vale… Entregué todas las tareas desde que comenzó la cuarentena, no sabía ni los nombres de los profesores, ellos exigían mucho, pero después no te corrigen”, Joven de Mar del Plata.
La prepotencia de la virtualidad en contexto de pandemia nos permite replantear los modos de la vida y la mediación de las tecnologías. En la reciente encuesta realizada la mayor parte de los y las jóvenes encuestados que se encuentra realizando tareas escolares, manifestó que la virtualización de la vida escolar es una experiencia difícil, siendo la falta de acompañamiento docente y la “soledad” para realizar las actividades una de las mayores preocupaciones. A 6 de cada 10 jóvenes encuestado/as no le gusta o le gusta poco estudiar virtualmente y 7 de cada 10 dispone de hasta 10 horas semanales para estudiar de modo virtual.
La sincronía, la temporalidad y la corporalidad en lo vincular sigue siendo algo ponderado por las juventudes. Lo "nativo" se podría poner en discusión. Esta categoría no puede asumir una condición totalizante en la definición de las juventudes. Que los y las jóvenes tengan una vinculación cercana y aparentemente "natural" con las tecnologías no implica necesariamente que sea de cualquier forma, en cualquier momento y con cualquier propuesta. El relevamiento realizado justamente pone en discusión esta afirmación.
A su vez, no debemos perder de vista que el acceso a las tecnologías e internet no es para todos y todas igual y hoy esta brecha se profundiza.
Por último, reforzando conceptos anteriores, será muy necesario hacer una lectura más aguda sobre las vivencias y prácticas de las juventudes en la virtualidad, para interpelarlos como productores y desde una perspectiva protagónica desterrando la idea de que son sólo consumidores de ellas.
Las dimensiones y los análisis no se agotan en esta nota, tan sólo se propone un punto de partida. Para seguir este camino de deconstrucción adultocéntrica necesitamos ser más instituciones comprometidas y dispuestas a transitarlo, el resto lo hacen las juventudes.