Cuanto más sabemos sobre el impacto de los seres humanos en la Tierra, más podemos ver que la salud y el bienestar de los seres humanos, los animales y el planeta están intrínsecamente conectados de forma irreversible. Y hoy, algo que parece tan simple como lo que elegimos colocar en el plato, es un granito de arena más que suma o resta en materia de cuidado del planeta.
Según la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), los sistemas alimentarios actuales emiten hasta un tercio de los gases de efecto invernadero mundiales, contribuyen al 80% de la deforestación de bosques tropicales y son uno de los principales impulsores de la degradación del suelo, la desertificación, la escasez de agua y la disminución de la biodiversidad.
Además, tal como alertó la Organización Meteorológica Mundial, las recientes olas de calor globales, son consecuencias de una atmósfera “dopada” por estos gases y se perpetuarán hasta el 2060.
Y como si el daño mediambiental y la crueldad animal que los modelos vigentes alimenticios provocan fuese poco, ni siquiera son eficaces: el 40% de la población mundial no puede permitirse una alimentación saludable.
“Sabemos que la ganadería industrial (carne y productos lácteos) produce el 16,5% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por la humanidad. Tenemos que actuar ahora si queremos evitar llegar al punto de inflexión que nos llevará al colapso total del clima y, en última instancia, al fin de un mundo habitable. Hay que presionar a los gobiernos y a la industria para que actúen, y cada persona debe hacer también lo que pueda, especialmente quienes vivimos en sociedades de alto consumo, como la nuestra, que tiene un alto consumo de carne”, expresa Jacqueline Guzmán, gerenta de Campañas de GenV en Argentina.
En ese sentido, durante todo septiembre, desde la ONG impulsan de forma gratuita un desafío de 7 días por el planeta, brindando información y planes nutricionales en su web.
¿El objetivo? En 7 días sin productos animales, se pueden reducir las emisiones relacionadas con la alimentación en un 73% aproximadamente. Un pequeño cambio individual pero un gran paso colectivo.
“Todas las personas tienen derecho a alimentos sanos y culturalmente apropiados producidos mediante métodos ecológicamente sanos y sostenibles. Y en el mes de la Agricultura, también es importante poner sobre la mesa la importancia de que las comunidades tengan control sobre sus sistemas alimentarios y agrícolas, y sobre cómo se comercializan los alimentos”, agrega la vocera.